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«¡Basta de igualdad! La mujer no puede ser soldado» – dice Capitán de los Marines

«Una mujer nunca debería ser soldado de infantería», escribió la Capitán de los Marines Katie Petronio en la revista «Marine Corps Gazette», según informó la agencia LifeSiteNews.

En el artículo titulado «¡Basta de eso! No fuimos creados todos iguales!», la Capitán defiende que la anatomía femenina no es capaz de resistir a las asperezas de la larga carrera militar que supone operaciones de infantería.

Ella advierte que los Fusileros Navales (Marines) sufrirán «un aumento colosal en el número de mujeres incapacitadas y obligadas a concluir su carrera por causas médicas».

Katie Petronio se basa en la experiencia personal, adquirida en combate. Esta terminó causándole serios daños físicos, a pesar de un promisorio comienzo en la élite de la oficialidad del arma.

La Capitán escribió que «tenía todas las condiciones» para ser una mujer-soldado ideal, cuando comenzó la carrera. «Yo era una estrella en el hockey sobre hielo en el Bowdin College, pequeña escuela de elite en Maine, con un título en Derecho y Administración».

También obtuvo resultados «de lejos sobre la media en todos los tests físicos de capacidad para mujeres», aunque no completó todo el entrenamiento previo.

«Cinco años después, no soy físicamente la mujer que fui una vez, y mis puntos de vista al respecto del éxito de una mujer en una carrera duradera en la infantería cambiaron mucho», escribió Petronio.

«Puedo decir, basada en mi experiencia personal directa en Irak y en Afganistán, y no sólo en una impresión, que aún no comenzamos a analizar y a comprender las cuestiones específicas de salud del género y los daños físicos en las mujeres causadas por las continuas operaciones de combate».

Petronio «participó en numerosas operaciones de combate» que a veces duraban semanas, sufriendo stress y falta de sueño.

Sus piernas comenzaron a atrofiarse, perdió movilidad y peso, y dejó de producir estrógenos, desarrollando un síndrome en el ovario que la dejó estéril.

Ela completó su periodo con buenos resultados, pero percibió que le sería imposible soportar el esfuerzo que un hombre es capaz de realizar y pidió su retiro por razones de salud.

Petronio manifestó su preocupación ante la presión de los grupos que impulsan la integración de mujeres en el cuerpo de infantería.

«¿Quién está promoviendo esa agenda? Personalmente no veo Marines femeninas, reclutas u oficiales, golpeando las puertas del Congreso, quejándose de que su impotencia para servir en la infantería viola el derecho a la igualdad», escribe.

Katie dijo que esa presión está siendo aplicada por el «pequeño comité de civiles nombrado por el Secretario de Defensa, denominado Comité Consultivo en Defensa para las Mujeres en Servicio (Defense Advisory Committee on Women in the Service – DACOWITS).

Aunque alguno de ellos tenga experiencia militar, ninguno de sus miembros «están en el servicio activo o tienen cualquier tipo de experiencia reciente en combate o en operaciones, relevantes sobre las realidades que ellos están tratando de modificar», observó Petronio.

Entre la demolición y la reconstrucción de una civilización

La ciudad de Carcassonne, una joya de la civilización cristiana.

Es necesario comprender que está en curso una verdadera revolución cultural, que pretende, en última instancia, erradicar de nuestra Patria los últimos restos de la Civilización cristiana.

Una revolución cultural

Frente a la legalización de las uniones de hecho -algunos quieren que la unión entre homosexuales sea equiparada al matrimonio- la ley que castiga la discriminación, impone la educación sexual y de género en los colegios, el aborto libre, etc., es necesario comprender que está en curso una verdadera revolución cultural, que pretende en última instancia erradicar de nuestra Patria los últimos restos de la Civilización cristiana.

¿Hacia dónde nos conducirán estos utópicos de la igualdad y de la libertad sin frenos? ¿Permaneceremos indiferentes frente a esta profunda demolición moral y cultural?

Una vez más, repetimos: es necesario que dilatemos nuestros horizontes. A primera vista está en juego una simple cuestión de leyes. Pero en el subsuelo de todo esto existe una cuestión de civilización.

La Civilización Cristiana fruto de una Fe ardiente

La Civilización Cristiana no es una quimera, ni una fórmula hueca, y mucho menos un sueño irrealizable. Ella existió, ella existe, ella puede dejar de existir.

La Civilización Cristiana, ¿es una utopía?

La formaron los siglos de Fe ardiente. Fue ella fundada sobre la piedra angular que es Cristo, lentamente, paso a paso, año a año. Los mártires, los confesores, los pontífices, las vírgenes y los doctores fueron levantando sus murallas. Murallas santas, hechas de piedras, piedras vivas traídas por la Sangre de Cristo, de la muerte al régimen de la Gracia.

La Saint Chapelle, maravilla de la Civilización cristiana
Esta maravilla del arte medieval fue mandada a construir por el rey San Luis para abrigar la corona de espinas de Nuestro Señor Jesucristo

La argamasa que las une fue compuesta con las lágrimas, el sudor y la sangre de centenas de generaciones de santos. El lineamiento general de la obra fue deducido en días y noches, semanas y siglos de ardiente trabajo, del inmenso libro de la creación visible y de las páginas divinas de la Revelación.

Una civilización nacida de la Sangre derramada por Cristo

Poco a poco se levantó el edificio grandioso, el Reino de Dios entre los hombres, la civilización genuina nacida de la Sangre de Cristo, la gran “Civitas” occidental y cristiana que en la amplitud de sus líneas, a un mismo tiempo nobles y maternales, altaneras y plácidas, fuertes y acogedoras, tenía algo de un templo, de una fortaleza, de una escuela, de un hogar y de un asilo de caridad.

No se piense que esa edificación era obra meramente humana. Ella no existiría sin la gracia y a su vez servía a la propia expansión de la gracia. La Iglesia Católica es una llama de luz en cualquier atmósfera. La Iglesia recibe su luminosidad intrínseca, no de los hombres, sino del propio Sol de Justicia, que es Jesucristo.

Nuestro Gran Ideal: la Cruzada del Siglo XXI

Entre tanto, es necesario no olvidar que el brillo de esa llama divina puede irradiarse más, o menos, conforme sea la opacidad del aire en que arde. La Civilización Cristiana es la atmósfera serena y diáfana, que permita la irradiación omnímoda de la llama evangélica.

Las civilizaciones paganas, por el contrario, saturan de vapores la atmósfera social y oscurecen habitualmente, con las nubes espesas de los preconceptos y de las pasiones, la plena visibilidad, la universal irradiación del esplendor de Aquel que fue puesto como «lumen ad revelationem gentium».

La crisis de la Edad Media

En el fin de la Edad Media esa estructura se trizó. Poco a poco se agravó la crisis, y hoy está ella a punto de desaparecer. Pobre y grande Civilización Cristiana, en el ocaso de hoy apenas emerge uno u otro de sus gloriosos capiteles, las últimas ojivas que la saña de los bárbaros todavía no abatió. Amamos estos santos y nobles restos con el amor ardiente y las añoranzas abrasadoras con que los antiguos judíos miraban hacia las ruinas del Templo destruido y abandonado. Sí, amamos sus ruinas, y si de éstas nada restase, amaríamos todavía su polvo.

La restauración de la civilización cristiana o la torre de Babel
Amamos estos santos y nobles restos con el amor ardiente y las añoranzas abrasadoras con que los antiguos judíos miraban hacia las ruinas del Templo destruido y abandonado

Y para nosotros que estamos entre los escombros de esa gran ciudadela en ruinas, el problema no es saber si se salvará todavía éste o aquel resto de columna o de muralla. Es la gran batalla que en cualquier momento comenzará a trabarse; la batalla última y decisiva hace tanto tiempo provista por los De Maistre y por los Veuillot.

La civilización cristiana o la torre de Babel

La gran cuestión es, pues, saber si, sí o no, la obra ha de ser rehecha; si los últimos destrozos de la «civitas christiana» serán abatidos para dar lugar a la torre de babel, o si los obreros de la confusión serán expulsados del mundo, si los bárbaros rojos o pardos serán barridos de la faz de la tierra, si los mercaderes, los aventureros, los apóstatas y los demoledores de toda especie serán expulsados del recinto sacral del mundo cristiano, para que los hijos de la luz yergan nuevamente la gran Ciudad, que es el Reino de Dios entre los hombres.

Existe en germen una terrible y gravísima opción ideológica que nos acecha en esa tormentosa encrucijada de caminos políticos. Discuten unos a quien pertenecerá el mando, y otros de que manera se organizarán las finanzas. Por lo que a nosotros se refiere, nos detenemos en el marco divisor de las rutas, procurando conocer los fantasmas confusos que nos aguardan a lo largo de los caminos… de todos los caminos.

Los problemas presentes contienen en su médula las más radicales consecuencias para el futuro. Un futuro a su vez tan grave, que en él la humanidad casi entera puede abandonar o reconquistar la ruta de la Eternidad. Esta es la situación a que llegamos. No le disminuyamos el alcance reduciéndola o resumiéndola, como si todos los intereses de la Iglesia se cifrasen apenas en algunos pocos retoques en el edificio social.

Se trata de retornar a los principios que hicieron grandiosa la Civilización cristiana y restaurarla. No, ciertamente, en sus aspectos accidentales, sino en su espíritu.

Los ídolos no pueden ser criticados

El olvido de los principios lleva a la degradación de las costumbres
Los principios morales deben ser constantemente recordados, ya que su omisión conduce gradualmente a las peores degradaciones (Prédica de San Esteban de Carpaccio)

Conducida a través de etapas bien estudiadas, la práctica de la homosexualidad pasó del rechazo popular a la categoría de algo intocable: del infierno al Olimpo.

El olvido de los principios

Plinio Corrêa de Oliveira insistía en que los principios morales deben ser constantemente recordados, ya que su omisión conduce gradualmente a las peores degradaciones.

Es lo que estamos presenciando con relación a la práctica de la homosexualidad.

Cuando, en los años 50, se oía decir que alguien tenía ese vicio -entonces raramente confesado- encontraba antes sí una atmósfera horrorizada. Hasta los niños ridiculizaban a quien se manifestase de ese modo.

Pero los principios morales que condenan la práctica homosexual, ya en esa época, eran poco enseñados. El horror que existía entonces era fruto del sentido común aún preservado y de una cierta tradición adquirida.

Tolerancia con una «enfermedad»

Con el pasar de los años, el rechazo a ese vicio continuó, pero poco después se comenzó a oír –proveniente incluso de los medios religiosos– que la práctica de la homosexualidad tiene su origen en una enfermedad y no es un vicio moral. Se ponía de moda así una nueva apreciación del problema.

Los «derechos» de las minorías

La consecuencia concreta de esa moda fue que el anterior rechazo social a la práctica de la homosexualidad se transformó en pena: «Pobrecito. Es un enfermo». Esta fue una etapa pasajera, pero fundamental, para derribar la barrera de horror que había en relación a las orgías homosexuales.

En la fase siguiente, se abandonó la idea de enfermedad y se pleiteó «el derecho de las minorías». Los homosexuales serían una minoría, con derechos análogos a los todos los que legítimamente constituyen minorías dentro de una nación.

La «dictadura de la tolerancia»

La legalización

Poco después, un paso más fue dado: la legalización de las uniones homosexuales, conocido como Acuerdo de Unión Civil, que otorga un reconocimiento expreso a parejas del mismo sexo dentro del Derecho chileno, permitiéndoles a quienes contraigan dicha unión ser consideradas explícitamente como «familias» . Y dada la presión del lobby homosexual nacional e internacional, vemos ya en trámite de aprobación la adopción de niños, y otros derechos, hasta hace poco reservados a marido y mujer.

Castigo para las críticas a la práctica homosexual
Continúa siendo legítimo criticar a un juez, a un diputado, a un religioso y hasta al Presidente de la República. Pero no a los homosexuales. ¡Los «ídolos» no pueden ser criticados! (Adoración del Becerro de Oro, Nicolás Poussin)

El proceso no termina ahí. Ya existe de una ley contra la discriminación «por opción sexual», que transformará a los homosexuales en una especie de casta intocable. Ya no se tratará sólo de favorecerlos, sino de perseguir a quienes utilizan la libertad de expresión para discordar de la práctica homosexual.

La persecución religiosa

Aprobadas tales leyes, continúa siendo legítimo criticar a un juez, a un diputado, a un religioso y hasta al Presidente de la República. Pero no a los homosexuales. ¡Los «ídolos» no pueden ser criticados!

Mientras los señores legisladores llevan adelante estas leyes, que han dado origen en varios países a verdaderas persecuciones religiosas, la mayoría de la población las ve con desagrado. Pero ese desagrado no basta si no se traduce en una protesta contra esta verdadera dictadura que viene siendo implantada en esta materia, especialmente contando con el apoyo de los medios de comunicación y de ciertos políticos.

Para que esto ocurra en necesario tener bien claros los principios. La Iglesia Católica considera la práctica homosexual como un pecado que clama a Dios por venganza. Y las Sagradas Escrituras dan cuenta del castigo divino a dos ciudades: Sodoma y Gomorra.

Baje el libro gratuito “En defensa de una Ley Superior – ¿Por qué debemos oponernos al pseudo matrimonio y al Movimiento homosexual?”, que contiene una refutación de los slogans pseudo–científicos del lobby homosexual y señala la doctrina católica, desde los primeros tiempos de la Iglesia, sobre el asunto.

La «dictadura de la tolerancia»

Saint-Just, el "Angel del Terror"
El jacobino Saint-Just, que fue llamado «Ángel del Terror» durante la Revolución francesa, afirmó: «Ninguna libertad para los enemigos de la libertad».

En teoría las palabras dictadura y tolerancia son contradictorias. Sin embargo, en la práctica no lo son.

Sin embargo, el papa Benedicto XVI pudo en su día denunciar que existe hoy una verdadera «Dictadura del relativismo» en nombre de la tolerancia y de la no discriminación.

Si por tolerancia se entiende que no existe verdad ni error, bien ni mal y que cada uno puede pensar, querer y actuar como le parezca, entonces dejan de existir valores absolutos y límites objetivos que se imponen a todos.

El resultado es que la mayoría (o una minoría que se cree «iluminada») puede imponer de modo dictatorial a toda una sociedad aberraciones contrarias al orden natural.

Por ejemplo, obligar a los médicos a que practiquen el aborto, a los padres de familia a que acepten niñeras homosexuales para sus hijos o afirmar que el Estado puede enseñar a los niños materias como la teoría del género, sin el consentimiento de sus padres.

Una persecución religiosa.

Plinio Corrêa de Oliveira observa con mucha razón en una de sus obras que, cuando los malos son minoría, ellos piden libertad para el mal. Pero, cuando llegan a ser mayoría, o a manipular a una mayoría, niegan a los buenos el derecho de hacer el bien.

Para ellos, la definición de libertad es lo contrario de lo que dijo el Presidente-mártir de Ecuador, Gabriel García Moreno: «Libertad para todos y para todo; excepto para el mal y para los malos». Su lema podría ser: «Libertad para todos y para todo; excepto para el bien y para los buenos».

Un liberalismo que produce un totalitarismo

Ellos parecen seguir el eslogan enunciado por el jacobino Saint-Just, que fue llamado «Ángel del Terror» durante la Revolución francesa: «Ninguna libertad para los enemigos de la libertad».

Es por ese tortuoso camino que el liberalismo desemboca en el totalitarismo y en la persecución a los opositores por motivos ideológicos.

Y, como toda ideología tiene un fondo religioso, acaba conduciendo a una persecución religiosa.

Los medios de comunicación favorecen esta dictadura de la tolerancia
Los medios de comunicación tienen gran papel al favorecer esta mentalidad relativista
Papel de los medios de comunicación en esta «Dictadura de la tolerancia».

Según la doctrina católica, la tolerancia es una licencia negativa al mal.

El mal debe ser normalmente combatido, pero a veces es necesario tolerarlo para evitar un mal aún mayor o para no perjudicar un bien mayor.

Es la aplicación de la parábola de la maleza y el trigo a la vida social. Pero esta tolerancia bien entendida no confiere al mal tolerado ningún derecho.

Cuando las condiciones objetivas permiten erradicarlo, ese mal debe ser eliminado.

El concepto relativista de tolerancia, por el contrario, afirma que todas las doctrinas y todos los comportamientos son equivalentes y deben coexistir. Lo que constituye una utopía.

Los medios de comunicación tienen gran papel al favorecer esta mentalidad relativista, presentando como modelos a las personalidades «abiertas» (por ejemplo, a los artistas y políticos favorables a la liberalización de la droga) y desacreditando a los defensores de principios absolutos como «autoritarios», «cerrados», «oscurantistas».

Se usan términos como «homofobia» o «islamofobia», pero no «cristianofobia» para caracterizar el asesinato y persecución a los cristianos.
La adopción se ha visto perjudicada
Agencias católicas inglesas de adopción de niños tuvieron que cerrar sus puertas porque no podían «discriminar» a las parejas homosexuales.

Homofobia fue un término inventado por un psiquiatra americano para estigmatizar a aquellos que se oponen a la homosexualidad, presuponiendo que lo hacen por desórdenes temperamentales y no por principios.

Es una manera cómoda de amordazar a los opositores, sin tener que responder a sus argumentos.

Viendo el éxito de la maniobra, los líderes musulmanes acuñaron el término «islamofobia» para silenciar en Occidente a quienes denuncian las falsedades del Corán o las injusticias en los países musulmanes, o la invasión en masa de islamitas a los países desarrollados.

Los medios de comunicación usan y abusan de esos términos. Pero, cuando se trata de denunciar las persecuciones a los cristianos en los países musulmanes o los ataques al cristianismo en Occidente, los medios de comunicación permanecen en silencio, o son conniventes con los ataques, en nombre de la libertad de expresión.

Proyectos de ley que favorecen la «Dictadura de la tolerancia».

Existen en Europa proyectos de ley que favorecen esa dictadura. Por ejemplo, los farmacéuticos católicos son obligados a vender la píldora abortiva del día siguiente y los anticonceptivos, bajo pretexto que son «medicamentos».

Como casi todos los médicos jóvenes invocan la cláusula de objeción de conciencia para negarse a practicar abortos, las feministas quieren imponer la práctica afirmando que el aborto es un tratamiento de salud.

En materia de homosexualidad ocurre algo parecido. Las agencias católicas inglesas de adopción de niños tuvieron que cerrar sus puertas porque no podían «discriminar» a las parejas homosexuales.

Las parroquias ya no pueden arrendar su salón parroquial para matrimonios (lo que era frecuente, porque era más fácil hacer la fiesta después de la ceremonia), porque no pueden discriminar a los homosexuales.

¿Cómo combatir eficazmente está «dictadura de la tolerancia»?

El mejor método es hacer pública la persecución que ocurre en otros países y decir a la gente que, si no hay reacción, lo mismo ocurrirá en nuestro país.

Y, sobre todo, recordar que «es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres», como dijo San Pedro cuando fue conducido ante un tribunal por predicar el Evangelio.

Es mejor reaccionar a tiempo para después no ser muerto o, aún peor, vivir vergonzosamente como «ciudadano de segunda clase».

Fuente: Entrevista al Señor José Antonio Ureta

Filósofo inglés: “¿La ley sobre la homofobia? Como los procesos de Mao”

El más célebre pensador conservador de Inglaterra

“George Orwell ya dijo todo en sus famosos ‘dos minutos de odio’ de la novela ‘1984’”, dice al Foglio (www.ilfoglio.it) el filósofo y comentarista inglés Roger Scruton.

“La cuestión homosexual es complicada y difícil, pero no puede encarcelar el pensamiento con leyes sobre la denominada ‘homofobia’ como la del Parlamento italiano, que lo único que hace es criminalizar la crítica intelectual sobre el matrimonio homosexual. Es un nuevo crimen intelectual, ideológico, como fue el anticomunismo durante la Guerra Fría”.

Roger Scruton contra matrimonio homosexual
El filósofo Roger Scruton no se pliega al pensamiento único ni a los trucos de lenguaje de los lobbies progresistas

Docente de Filosofía en la St. Andrews University, setenta años, autor de una treintena de libros que le han convertido en el más célebre filósofo conservador inglés (ha sido definido por el Sunday Times “the brightest intellect of our time”, “la mente más brillante de nuestro tiempo”), Scruton comenta de este modo la ley que se está debatiendo en el Parlamento italiano sobre la criminalización de la “homofobia”.

«También Amnistía Internacional se está movilizando en apoyo de esta ley.

Como los juicios-farsa y el maoísmo

“Esta ley sobre la homofobia me recuerda a los juicios farsa-espectáculos de Moscú y de la China maoísta, en los que las victimas confesaban con entusiasmo sus propios crímenes antes de ser ajusticiados.

«En todas estas causas en las que los optimistas acusan a los opositores de ‘odio’ y ‘discurso del odio’ veo lo que el filósofo Michael Polanyi definió, en 1963, como ‘inversión moral’: si desapruebas el welfare (el bienestar social) te falta ‘compasión’; si te opones a la normalización de la homosexualidad eres un ‘homófobo’; si crees en la cultura occidental eres un ‘elitista’. La acusación de ‘homofobia’ significa el final de la carrera, sobre todo para quien trabaja en la universidad”.

Distorsionan el lenguaje: vuelve Orwell

Scruton sostiene que la manipulación de la verdad pasa a través de la distorsión del lenguaje, como en la obra de Orwell, con el nombre de “Neolengua”.

La neolengua interviene cada vez que el propósito principal de la lengua, que es describir la realidad, es sustituido por el propósito opuesto: la afirmación del poder sobre ella.

«Aquí, el acto lingüístico fundamental coincide sólo superficialmente con la gramática asertiva. Las frases de la neolengua suenan como aserciones en las cuales la única lógica subyacente es la de la fórmula mágica: muestran el triunfo de las palabras sobre las cosas, la futilidad de la argumentación racional y el peligro de resistir al encantamiento.

«Como consecuencia, la neolengua desarrolla una sintaxis especial que, si bien está estrechamente conectada a la que se utiliza normalmente en las descripciones ordinarias, evita con cuidado rozar la realidad o confrontarse con la lógica de la argumentación racional.

«Es lo que Françoise Thom ha intentado ilustrar en su estudio, ‘La langue de bois’ (Literalmente, “La lengua de madera”. Es una expresión francesa que designa una forma de expresión que esconde la realidad jugando con los sentimientos de quien escucha).

«Thom ha puesto de relieve algunas de sus peculiaridades sintácticas: el uso de sustantivos en lugar de verbos directos; la presencia de la forma pasiva y de la construcción impersonal; el uso de comparativos en lugar de predicados; la omnipresencia del modo imperativo”.

La «homofobia», un fantasma

Con la ley sobre la homofobia, Scruton dice que

“se intenta infundir en la mente del público la idea de una fuerza maligna que invade toda Europa, albergándola en los corazones y en la cabeza de la gente que ignora sus maquinaciones, y dirigiendo hacia el sendero del pecado incluso el proyecto más inocente.

«La neolengua niega la realidad y la endurece, transformándola en algo ajeno y resistente, algo ‘contra lo que luchar’ y a lo que ‘hay que vencer’. El lenguaje común da calor y ablanda; la neolengua congela y endurece. El discurso común genera, con sus mismos recursos, los conceptos que la neolengua prohíbe: correcto-incorrecto; justo-injusto; honesto-deshonesto; tuyo-mío”.

Una forma de “reeducación”

Scruton dice que se está expandiendo en los países europeos el miedo a la herejía.

“Está emergiendo un sistema considerable de etiquetas semioficiales para prevenir la expresión de puntos de vista ‘peligrosos’. La amenaza se difunde de manera tan rápida en la sociedad que no es posible evitarla.

«Cuando las palabras se convierten en hechos, y los pensamientos son juzgados por la expresión, una especie de prudencia universal invade la vida intelectual».

Como los procesos de Mao
La homofobia me recuerda a los juicios farsa-espectáculos de Moscú y de la China maoísta

Y detalla más lo que pasa cuando se habla con miedo:

«La gente modera el lenguaje, sacrifica el estilo a una sintaxis más ‘inclusiva’, evita sexo, raza, género, religión. Cualquier frase o expresión que contenga un juicio sobre otra categoría o clase de personas puede convertirse, de la noche a la mañana, en objeto de estigmatización.

«Lo políticamente correcto es una censura blanda que permite mandar a la gente a la hoguera por pensamientos ‘prohibidos’. Las personas que tienen un ‘juicio’ son condenadas con la misma violencia de Salem”. El del juicio a las brujas, en Massachusetts[1]. La letra escarlata[2].

Quien disienta del lobby gay será «homófobo»

“Quien se angustie por todo esto y quiera expresar su protesta deberá luchar contra poderosas formas de censura. Quien disienta de lo que se está convirtiendo en ortodoxia en lo que respecta a los ‘derechos de los homosexuales’ es regularmente acusado de ‘homofobia’.

«En Estados Unidos hay comités encargados de examinar el nombramiento de los candidatos en el caso de que exista la sospecha de ‘homofobia’, liquidándolos una vez que se ha formulado la acusación: ‘No se puede aceptar la petición de esa mujer de formar parte de un jurado en un juicio, es una cristiana fundamentalista y homofóbica’”.

Según Scruton, se trata de una operación ideológica que recuerda, exactamente, la que tuvo lugar durante la Guerra Fría.

“Entonces se necesitaban definiciones que estigmatizaran al enemigo de la nación para justificar su expulsión: era un revisionista, un desviacionista, un izquierdista inmaduro, un socialista utopista, un social-fascista.

«El éxito de estas ‘etiquetas’ marginando y condenando al opositor corroboró la convicción comunista de que se puede cambiar la realidad cambiando el lenguaje: por ejemplo, se puede inventar una cultura proletaria con la palabra ‘proletkult’; se puede desencadenar la caída de la libre economía simplemente declarando en voz alta la ‘crisis del capitalismo’ cada vez que el tema es debatido; se puede combinar el poder absoluto del Partido Comunista con el libre consentimiento de la gente definiendo al gobierno comunista como un ‘centralismo democrático’.

«¡Qué fácil ha sido asesinar a millones de inocentes visto que no estaba sucediendo nada grave, pues se trataba solamente de la ‘liquidación de los kulaki’[3]!

«¡Qué fácil es encerrar a la gente durante años en campos de trabajo forzado hasta que enferma o muere, si la única definición lingüística concedida es ‘reeducación’!. Ahora existe una nueva beatería laica que quiere criminalizar la libertad de expresión sobre el gran tema de la homosexualidad”.

Dicen «nosotros»… y son sólo los progres

Por último, dice Scruton, tenemos el choque entre el “pragmatista” y el “racionalista”.

Las viejas ideas de objetividad y verdad universal ya no tienen ninguna utilidad, lo único importante es que ‘nosotros’ estemos de acuerdo.

«Pero, ¿quién es este ‘nosotros’?¿Y sobre qué estamos de acuerdo? ‘Nosotros’ estamos todos a favor del feminismo, somos todos liberales, defensores del movimiento de liberación de los homosexuales y del currículum abierto; ‘nosotros’ no creemos en Dios o en cualquier otra religión revelada, y las viejas ideas de autoridad, orden y autodisciplina para nosotros no cuentan».

Y continúa:

«Nosotros decidimos el significado de los textos, creando con nuestras palabras el consentimiento que nos gusta. No tenemos ningún vínculo, sólo el que nos une a la comunidad de la que hemos decidido formar parte, y puesto que no existe una verdad objetiva, sino sólo un consentimiento autogenerado, nuestra posición es inatacable desde cualquier punto de vista fuera de ella. El pragmatista no sólo puede decidir qué pensar, sino que también se puede proteger contra cualquiera que no piense como él”.

Giulio Meotti / Foglio Quotidiano—

(Traducción de Helena Faccia Serrano)


[1] El autor hace referencia a los juicios por brujería de Salem, en Massachusetts (EE.UU.), una serie de audiencias locales, posteriormente seguidas por procesos judiciales formales, llevados a cabo por las autoridades con el objetivo de procesar y después, en caso de culpabilidad, castigar delitos de brujería en los condados de Essex, Suffolk y Middlesex, entre febrero de 1692 y mayo de 1693. Este acontecimiento se usa de forma retórica en la política como una advertencia real sobre los peligros de la intromisión gubernamental en las libertades individuales, en el caso de acusaciones falsas, de fallos en un proceso o de extremismo religioso. (N.d. T.)

[2] El autor hace referencia a la novela de Nathaniel Hawthorne, “La letra escarlata”, publicada en 1850. Ambientada en la puritana Nueva Inglaterra de principios del siglo XVII, relata la historia de Hester Prynne, una mujer acusada de adulterio y condenada a llevar en su pecho una letra «A», de adúltera, que la marque.

[3] La «liquidación de los kulaks como una clase social», o deskulakización, fue anunciada oficialmente por Iósif Stalin el 27 de diciembre de 1929. Fue la campaña soviética de represión política contra los campesinos más ricos o kulaks y sus familias; entre arrestos, deportaciones y ejecuciones, afectó de manera muy grave a millones de personas en el período 1929-1932.