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El «bunker» de la indiferencia. El experimento de Pavlov

El experimento de Pavlov
Esquema del experimento de Pavlov

El hombre de hoy, por los smartphones, la televisión, Internet y otros medios de comunicación, está siendo sometido a una especie de experimento de Pavlov. Una verdadera algarabía de información y de impresiones inconexas.

¿Quién no ha oído hablar del famoso experimento de Pavlov?

El experimento de Pavlov

Se pone azúcar ante un perro inmovilizado. Este salivará. Enseguida, se asocia la presentación del azúcar con el sonido de una bocina, y se repite la operación varias veces. El perro continuará salivando normalmente.

En una tercera fase, se toca la bocina, pero no se muestra el azúcar. El perro salivará porque se estableció una asociación entre el sonido de la bocina y la presentación del azúcar.

Esto es lo que el científico ruso, y los medios científicos y culturales, llaman reflejo condicionado.

Si se continúa tocando la bocina, de vez en cuando, pero sin presentar el azúcar, ¿qué ocurrirá? La salivación irá disminuyendo y se comenzará a manifestar una inhibición de las funciones reflejas, que se extenderá a todo el organismo y engendrará un estado de somnolencia.

Quien crea encontrar la felicidad en la agitación será infeliz

La misma inhibición de las funciones reflejas que se obtuvo así por la repetición, se puede conseguir cuando el excitante es particularmente intenso. Por ejemplo, la aparición súbita de una serpiente puede inhibir las reacciones de fuga de un pájaro.

¿Algo semejante ocurre con el hombre post moderno? En cuclillas dentro de su «bunker» (1) de indiferencia, ya no capta con claridad la realidad externa. Por culpa suya, frente a una situación en que él normalmente reaccionaría, puede ocurrir que se limite a bostezar o a emitir un vago lamento.

Aplicación a nuestra sociedad

¿Ve Usted, estimado lector, alguna semejanza con la realidad que lo rodea?

El hombre de hoy, por la televisión, por Internet y otros medios de comunicación, está siendo sometido a una especie de experiencia de Pavlov. Una verdadera algarabía.

En varias ocasiones, Plinio Corrêa de Oliveira, mostró los efectos nocivos de ciertos medios de comunicación y del propio acontecer moderno y posmoderno sobre los nervios de los individuos:

Internet, smartphones, televisión. el experimento de Pavlov
El hombre de hoy, por la televisión, por Internet y otros medios de comunicación, está siendo sometido a una especie de experiencia de Pavlov.

«¿Qué produce esta zarabanda informativa? ¿Interesa? ¿Atrae? ¿Orienta? A mi modo de ver, la mayor parte de las veces causa desaliento, sobreexcitación, y, finalmente, tedio. Sí, el tedio dentro de la sobreexcitación: éste es el estado de espíritu que crea en muchos el exceso informativo, en muchísimos de nuestros contemporáneos (…) En resumen, todo el mundo sabe todo, no entiende nada, algunos están con los nervios crispados, y casi todos, a falta de algo mejor, bostezan». (2)

«Acontecimientos que en otras épocas habrían herido profundamente la sensibilidad del público, despertado reacciones clamorosas, hoy no inquietan a casi nadie y no producen ningún conflicto serio. Aun cuando transgreden principios y convicciones, y hasta cuando contrarían ‒supremo mal en nuestros días‒ considerables intereses individuales o de grupo». (3)

El ilustre autor constata:

“La opinión pública está desorientada y tambaleante con todo el estruendo del caos contemporáneo. Esto conduce a alternancias de sobreexcitación y de letargo». (4)

Los efectos de la vida moderna
Los efectos nocivos de ciertos medios de comunicación: todo el mundo sabe todo, no entiende nada, algunos están con los nervios crispados, y casi todos, a falta de algo mejor, bostezan

Se habla ‒y con motivos muy justos‒ de los efectos nocivos de la televisión sobre la psiquis de los niños. Poco o nada se escribió sobre las deformaciones que la propia vida moderna puede provocar sobre un adulto que viva en un gran centro y se entregue al frenesí propio de nuestra época. Muchos de los elementos que perjudican la vida mental y emotiva de los niños teledependientes pueden ser encontrados en ese frenesí, al cual se suman las ansiedades, las preocupaciones y las agitaciones, muchas veces presentes en la vida diaria de quien necesita ganarse la vida.

Todo esto puede conducir a la indiferencia. ¡Y cómo el indiferente se defiende para no dejar su indiferencia! En esto él no tiene ningún relajamiento, y defiende su estado del letargo con valentía. ¡Como si estuviese dentro de un búnker! Su principal arma de defensa es la frase: «¿Qué tengo que ver yo con esto?

Plinio Corrêa de Oliveira observa:

«Durante el día, a cada minuto, piensa en sí mismo y en sus problemas; alguna vez lee un diario y comenta un acontecimiento, pensando que a él no le ocurre esto, gracias a Dios. Dobla el periódico y listo. Esta indiferencia asocia a la persona a la categoría de los indiferentes».

Si yo tuviera que enseñar a alguien como escaparse de ese búnker, diría de modo breve: adopte como lema tres palabras: Ver ‒ juzgar ‒ actuar. Ver con entera objetividad, sin optimismo ni pesimismo. Juzgar sin pasión y con justicia. Actuar sin omisión, pero también sin un ardor descalibrado e impaciente: estos son los tres tiempos de la Sabiduría, y de la anti‒indiferencia.

Notas:

1. Término utilizado en sentido figurado. En sentido propio, bunker es una instalación fortificada cerrada, con techo arredondeado, a prueba de proyectiles enemigos.

2. “Folha de S. Paulo”, 23 de mayo de 1971.

3. TFP-Covadonga, España Anestesiada sin Percibirlo, Amordazada sin Quererlo, Extraviada sin Saberlo ‒ La Obra del PSOE. Ed. Fernando III El Santo, 1988, p. 21.

4. “Folha de S. Paulo”, 25 de abril de 1971.

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Leo Daniele – Agência Boa Imprensa (ABIM)

Plinio Corrêa de Oliveira y el “Renacimiento Conservador”

Plinio Corrêa de Oliveira y el  “Renacimiento Conservador”
Plinio Corrêa de Oliveira y el “Renacimiento Conservador”

Profesor de Harvard analiza el papel central de Plinio Corrêa de Oliveira en la gestación y desarrollo del llamado “Renacimiento Conservador”

Julio Loredo

En la mitología revolucionaria, el proceso histórico avanza constantemente hacia formas de pensar, sentir y vivir cada vez más liberales, más igualitarias, más tolerantes, más laicas, más inclusivas, en definitiva, más “modernas”. En otras palabras, va siempre hacia la izquierda. Inexorablemente.

Del “malestar” al “renacimiento”

Entre los años sesenta y setenta del siglo pasado, ésta parecía una verdad incontrovertible. Mientras que en el campo cultural las toxinas de la revolución de la Sorbonne del 1968 disolvían los cimientos morales y psicológicos del mundo occidental, en el campo sociopolítico el comunismo avanzaba imperturbable. Los Estados Unidos, líder de facto del mundo no comunista, estaban por doquier en retirada especialmente después del desastre de Vietnam. El pueblo estadounidense se había hundido psicológicamente en lo que los analistas llamaron un “malestar”, interpretado como signo de una muerte no muy lejana. Este “malestar” se extendió luego por todo el mundo occidental, debilitándolo aún más.

En el campo eclesiástico, los defensores de la llamada hermenéutica de la ruptura y la discontinuidad, que interpretan el Concilio Vaticano II como el nacimiento de una Iglesia Nueva, cantaban victoria. La llamada “euforia de la rebelión” soplaba con fuerza en la Iglesia. La línea progresista triunfaba en todas partes. El tradicionalismo estaba reducido, casi literalmente, a “cuatro gatos”.

En 1979, sin embargo, toda esta situación empezó a cambiar.

En mayo de ese año, Margaret Thatcher ganó las elecciones en Gran Bretaña, iniciando así una reconquista conservadora que, en pocos años, desmanteló el aparato socialista que había dominado el país durante más de medio siglo. Luego, en noviembre de 1980, Ronald Reagan ganó las elecciones estadounidenses y llevó al poder al Conservative Movement. Y, también en este caso el país comenzó a dar un vuelco copernicano. “The Sixties are over! – ¡Se acabaron los años sesenta!”, era una de las consignas más repetidas. Fue el comienzo del Conservative Revival, el Renacimiento Conservador, que después se extendió por todo el mundo, llevando al gobierno, en muchos países, a una nueva derecha de clara inspiración religiosa.

En el campo eclesiástico, el pontificado de Juan Pablo II, aunque con luces y sombras, marcó igualmente un punto de inflexión, ejemplo del cual fue el motu proprio Ecclesia Dei (1988), que volvió a abrir las puertas a la Misa tridentina. El tradicionalismo comenzó a crecer en todas partes, especialmente entre los jóvenes. Se multiplicaron los seminarios tradicionalistas. Nacieron varios institutos religiosos y eclesiásticos con una orientación conservadora / tradicionalista. Se condenaron los excesos de la teología progresista. Esta tendencia conservadora se reforzó con el pontificado de Benedicto XVI, por ejemplo con el motu proprio Summorum Pontificum, llegando a situaciones como la que se vive Francia, donde casi la mitad de los sacerdotes ordenados son de rito tradicional.

Este “Renacimiento Conservador”, tanto en sus aspectos temporales como en los religiosos, ha sido estudiado en profundidad por muchos intelectuales. Abunda la literatura especializada sobre el tema. Sin embargo, hay un punto que aún no se ha explorado lo suficiente: el papel de Brasil y, en concreto, del profesor Plinio Corrêa de Oliveira en la gestación y desarrollo de esta reacción.

Un libro revelador

Para comenzar a llenar este vacío, Benjamin A. Cowan publicó recientemente el libro “Moral Majorities across the Americas. Brazil, the United States and the Creation of the Religious Right” (University of North Carolina Press, 2021, 294 págs.). Graduado en Harvard, el profesor Cowan enseña historia en la Universidad de California, en San Diego.

El trabajo de investigación es imponente. Nada menos que 824 notas a pie de página dan fe de la riqueza de referencias con las que el autor quiso cimentar su obra. La mayoría de las fuentes son inéditas: el archivo personal de Mons. Geraldo de Proença Sigaud; informes de los servicios de inteligencia brasileños; los Paul Weyrich Papers de la sección de manuscritos de la Biblioteca del Congreso americano; los archivos diocesanos de San Pablo y Diamantina; el archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Brasil y otros.

Como en cualquier trabajo de análisis histórico, se podrían hacer algunos reparos al libro de Cowan, especialmente por parte de personas que hemos participado en algunos de los hechos relatados o hemos estado muy cerca de quienes participaron en ellos. Sin embargo, se trata de un trabajo de suma importancia, destinado a condicionar en el futuro la investigación científica sobre el tema. Cabe recordar que el profesor Cowan es claramente de ideología de izquierda y, por tanto, se sitúa en una posición opuesta a la de las realidades por él estudiadas. Lejos de ser una exaltación, su trabajo es más bien una crítica, a veces incluso cáustica.

El Concilio Vaticano II

El primer capítulo de su obra está dedicado al Concilio Vaticano II.

A pesar de la enorme bibliografía ya disponible sobre el Concilio, Cowan sostiene que los estudiosos aún no han dado la debida importancia a la “acción decisiva de un grupo coheso de brasileños que trabajaron durante y después del Concilio para detener la ola reformista. (…) La centralidad de los brasileños [en la reacción tradicionalista] suele ser silenciada” [1]. Por ejemplo, no se habla de las intervenciones de Mons. José Maurício da Rocha, obispo de Bragança Paulista, “monárquico, ferozmente antimodernista, anticomunista y antiliberal”. Más conocida, pero aún no bien estudiada, es la acción de Mons. Geraldo de Proença Sigaud, arzobispo de Diamantina, y de Mons. Antonio de Castro Mayer, obispo de Campos.

Este “grupo cohesionado de brasileños” estaba formado por estos dos obispos, animados y apoyados por miembros de la TFP, que para la ocasión habían abierto dos oficinas en la Ciudad Eterna. El inspirador y motor del grupo era el profesor Plinio Corrêa de Oliveira.

Aunque este grupo “jugó un papel importante, y en cierto sentido pionero, en la política del catolicismo tradicionalista, a nivel nacional y transnacional, durante y después del Concilio, Mayer, Sigaud y la sensacional TFP a menudo son excluídos de la historiografía sobre la génesis de la reacción católica archiconservadora en el mundo. (…) Los investigadores ignoran en gran medida esta contribución brasileña. (…) En este primer capítulo quisiera esbozar este activismo de los brasileños conservadores durante el Concilio Vaticano II como un elemento en la construcción y desarrollo del tradicionalismo católico transnacional. (…) Los brasileños fueron, de hecho, la principal – y hasta ahora no bien estudiada – fuerza detrás de la resistencia conservadora en el Vaticano II” [2].

Evidentemente, Cowan no afirma que éste haya sido el único componente de la reacción tradicionalista durante el Concilio. Apenas afirma que hasta ahora no se le ha prestado la debida atención.

Una acción anti-progresista desde 1930

La acción anti-progresista de Plinio Corrêa de Oliveira, según Cowan, comienza en la década de 1930, con la formación del Grupo Legionario, y continúa con su oposición al neomodernismo dentro de la Acción Católica en la década de 1940, y con la fundación del movimiento Catolicismo en los años cincuenta. A principios de la década de 1960, la acción antimodernista del Profesor Plinio “había repercutido en Brasil [y también] tuvo importantes repercusiones internacionales que ayudaron a moldear y sostener la reacción católica mundial a la modernización y la secularización” [3]. Cuando el Profesor Plinio llegó a Roma en 1962, por lo tanto, ya tenía las ideas muy claras y un plan de batalla perfectamente trazado, a diferencia de muchos otros conservadores que “fueron tomados por sorpresa por el vuelco progresista del Concilio” [4]. De hecho, explica Cowan, “la TFP previó la orientación del Concilio y comenzó a organizarse antes de que éste comenzara” [5]. El archivo privado de Mons. Sigaud contiene las minutas de las reuniones con Plinio Corrêa de Oliveira para preparar el plan de oposición al asalto progresista en el Concilio, antes de viajar a la Ciudad Eterna.

Este plan está contenido en el votum presentado al Concilio por Mons. Sigaud pero inspirado, y quizás en parte escrito, por Plinio Corrêa de Oliveira: “La Iglesia debe organizar, a escala mundial, la lucha contra la Revolución” [6].

La visión realista y preocupada del profesor Plinio contrastaba marcadamente con el “júbilo” que sentían no pocos conservadores ante la convocatoria del Concilio, en el que veían una oportunidad de “renovación conservadora”, mientras que el líder brasileño temía que se convirtiera en una debacle, como de hecho aconteció[7].

Una acción durante el Concilio Vaticano II

Durante el Concilio, los tradicionalistas se reunieron en el Coetus Internationalis Patrum. El archivo de Mons. Sigaud muestra su papel protagonista en la formación del Coetus, siempre alentado por Plinio Corrêa de Oliveira. Por ejemplo, los manuscritos con “los esquemas de la estructura, reuniones, publicaciones, actividades y financiación” del Coetus son suyos. En una carta al canciller brasileño, pidiéndole apoyo económico, Mons. Sigaud escribe: “No encuentro [en Roma] colaboradores desinteresados ​​y confiables. Los activistas brasileños, en cambio, apenas trabajan por un sentido de entrega a nuestra causa, con gran eficacia y discreción (…) Son especialistas, cada uno en un aspecto del Concilio. (…) La columna vertebral del Coetus siempre ha sido, y debe seguir siendo, confiada a estos activistas brasileños” [8]. Cowan concluye: “El activismo de la TFP asumió una importancia central en la movilización del bloque conservador”.

El mismo Mons. Marcel Lefebvre definió a la TFP como el “comité organizador” del Coetus[9]. Opinión compartida por el historiador francés Henri Fesquet. En conclusión, Cowan afirma: “Como hemos visto, Marcel Lefebvre y sus seguidores estaban entre los que consideraban a los brasileños como los principales actores, incluso los héroes, en este campo” [10].

Pasamos por alto un largo capítulo titulado “La belleza de las jerarquías”, en el que Cowan explica las doctrinas que animan la TFP. Es interesante, sin embargo, notar cómo, según Cowan, la TFP deduce de su visión católica no solo una visión anti-progresista en el campo religioso sino también una concepción tradicionalista de la sociedad temporal, íntimamente ligada a la primera. De ahí sus batallas en los campos político, social, cultural, moral y religioso. También es interesante notar la insistencia de Cowan en la “dimensión estética” de la Contrarrevolución deseada por la TFP.

Concluye el prof. Cowan: “Si bien sea el tradicionalismo católico el campo donde estos activistas [de la TFP] han tenido el efecto más directo y reconocido, su impacto también se extiende al campo más amplio del conservadurismo religioso moderno. Es lo que trataré en los próximos capítulos. (…) El activismo [de la TFP] hizo de Brasil un lugar importante para el desarrollo de este particular tipo de conservadurismo religioso, que luego encontrará eco dentro y fuera de Brasil” [11].

Creación de la “nueva derecha transnacional”

En el capítulo cuarto, Cowan se propone “estudiar el papel de Brasil como núcleo principal de la red que dio origen a la Nueva Derecha transnacional” [12].

Es necesario aclarar de inmediato que la “Nueva Derecha” a la que se refiere no tiene nada que ver con la Nouvelle Droite europea, de origen neopagano. Los cimientos de esta “Nueva Derecha”, según Cowan, eran el anticomunismo, la defensa de los valores morales y de la cultura occidental. La común aversión al comunismo, entonces el peor enemigo de la civilización cristiana, llevó a muchos grupos y movimientos a intentar unir esfuerzos. Cowan muestra que la TFP jugó un papel importante en esto: “Brasil se convirtió en una piedra angular para la gestación y acreditación [empowerment] de personalidades y movimientos de derecha, cuya importancia traspasará las fronteras nacionales” [13].

Basado en documentos en su mayoría inéditos, el autor analiza especialmente la relación entre la TFP y la New Right estadounidense. Para comprender esta relación hay que dar un paso atrás en el tiempo.

El Conservative Movement

A fines de la década de 1940, con la publicación de Burke’s Politics[14], comenzó a gestarse en los Estados Unidos un fenómeno que más tarde se llamaría el Conservative Movement[15]. Después de un período de elaboración doctrinal, y un intento electoral prematuro e infructuoso con Barry Goldwater en 1964, a fines de la década de 1960 este movimiento aterrizó en Washington, donde fundó think tanks como la Heritage Foundation y estructuras para la acción política, como la Free Congress Foundation. Paul Weyrich, un católico tradicionalista de ascendencia austriaca, era el alma de todo esto[16]. En 1980, esta New Right ayudó a llevar a la presidencia a Ronald Reagan, el primer presidente “conservador”. Comenzó entonces un renacimiento conservador profundo y vigoroso, que alcanzó no solo a la política sino también a la cultura[17].

Plinio Corrêa de Oliveira, «El Cruzado del siglo XX»

Bajar la biografía gratuita de Plinio Corrêa de Oliveira

Además de la acción política y cultural, los católicos de la New Right (de hecho, la voz predominante) iniciaron una campaña de oposición al progresismo dentro de la Iglesia. Con este fin, fundaron el Catholic Center, para “luchar contra el movimiento de izquierda progresista en la Iglesia” [18]. De aquí surgió, por ejemplo, la primera denuncia de los lobbies homosexuales en 1986[19]. Dieron a luz también varios estudios contra la llamada Teología de la Liberación[20]. No es una coincidencia que hoy en día haya no menos de quince misas tradicionales en el área metropolitana de Washington D.C. Es todo consecuencia del “Renacimiento Conservador”.

Atento a cualquier desarrollo que pueda indicar una reacción potencialmente contrarrevolucionaria, el profesor Plinio Corrêa de Oliveira dio gran importancia al surgimiento de esta New Right, tanto por su acción concreta, como sobre todo por lo que representaba como un cambio en el panorama ideológico norteamericano. Para estrechar las relaciones con ella, la TFP americana incrementó su presencia en la capital con el TFP Washington Bureau, al que Cowan dedica varias páginas.

En junio de 1981, Plinio Corrêa de Oliveira recibió la visita en la ciudad de San Pablo de James Lucier, asesor de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, y Francis Bouchey, vicepresidente del Consejo Interamericano de Seguridad, ambos destacados exponentes de la New Right. Luego, en 1988, recibió la visita de los jefes de la New Right, incluidos Paul Weyrich y Morton Blackwell. En su discurso a los miembros y colaboradores de la TFP brasileña, Weyrich confió: “Las conversaciones que tuve con vuestro líder [Plinio Corrêa de Oliveira] fueron las más extraordinarias de toda mi carrera política” [21].

Cowan está especialmente interesado en la internacionalización de esta “Nueva Derecha”. Para eso dedica varias páginas a contar la historia del International Policy Forum, una alianza de asociaciones conservadoras concebida por Paul Weyrich y presidida por Morton Blackwell. “La construcción de una Nueva Derecha transnacional – explica Cowan – se hizo a través de organizaciones creadas específicamente para este propósito. (…) El International Policy Forum (IPF) fue una de estas organizaciones, quizás el ejemplo paradigmático. (…) El IPF ha recibido relativamente poca atención académica” [22]. La primera reunión se celebró en Washington en 1985.

“Durante más de dos siglos, los intelectuales y activistas de izquierda han construido sus redes internacionales [mientras que] los conservadores desconocían completamente sus colegas en otros países”, leemos en un documento del IPF[23]. La referencia a “más de dos siglos” es interesante y muestra cómo los miembros del IPF no eran exclusivamente anticomunistas, sino que tenían una visión más amplia del proceso revolucionario.

Una transnacional conservadora

La idea de una “transnacional conservadora” no era nueva. De hecho, las Sociedades de Defensa de la Tradición Familia y Propiedad – TFP, entonces presentes en veinte países, ya constituían una especie de “Internacional de la Contrarrevolución”. Fue precisamente por sugerencia de Plinio Corrêa de Oliveira, e inspirado en el ejemplo de la TFP, que Paul Weyrich concibió el IPF, invitando al líder brasileño a ser miembro de su Board of Governors: “Weyrich estableció una relación estrecha y fructífera con la Sociedad de Defensa de la Tradición Familia y Propiedad (TFP), o mejor dicho, con la red transnacional de asociaciones TFP” [24]. De hecho, en muchos de sus viajes internacionales, para tomar contacto con realidades conservadoras / tradicionalistas, el líder de la New Right estuvo acompañado por miembros de la TFP que “introdujeron a Weyrich en la red de amigos locales”.

Todos estos esfuerzos, explica Cowan, “construyeron coaliciones internacionales en defensa del cristianismo tradicional” [25]. Cowan vuelve a menudo a la idea de la “centralidad de la TFP”: “La TFP proliferó geográficamente, estableciendo sucursales en todo el mundo atlántico. Más importante aún, la TFP mantuvo relaciones con la mayoría de los movimientos de la Nueva Derecha y extremistas [sic], colocándose en el centro de los esfuerzos para crear lazos de colaboración internacionales” [26].

De esta manera tomó forma lo que Cowan llama una “Nueva Derecha transnacional”. Escribe el profesor californiano: “Estos representantes de la derecha brasileña fueron los pioneros en la creación de redes de colaboración con realidades similares en el Norte, una colaboración que sentó las bases para el establecimiento de una Nueva Derecha transnacional” [27]. A continuación, el autor enumera las ideas básicas de esta Nueva Derecha: “Nostalgia del pasado, preferiblemente medieval; visión sobrenatural; anticomunismo; antimodernismo; moralismo; anti-ecumenismo; defensa de jerarquías; defensa de la propiedad privada y la libre iniciativa” [28]. Según el autor, “la TFP fue el actor principal en el desarrollo de esta cruzada neoconservadora en el continente y en el mundo”.

Es importante señalar que el propio Cowan admite que, en el transcurso de estas negociaciones, la TFP siempre mantuvo su identidad de “católicos militantes”, sin ceder jamás a compromisos y sin ocultar jamás que su propósito era la Contrarrevolución, o sea la restauración de la Civilización Cristiana en su integridad.

Además de estos esfuerzos para conectar la galaxia de la Nueva Derecha, Cowan describe, aunque brevemente, los esfuerzos para ponerse en contacto con realidades tradicionalistas europeas, como Alleanza Cattolica en Italia y Lecture et Tradition en Francia.

Benjamin Cowan concluye haciendo votos para que el papel de la TFP y del profesor Plinio Corrêa de Oliveira en la formación de la reacción anti-progresista en el mundo pueda ser mejor estudiado por los especialistas.

Por nuestra parte, concluimos esta reseña del libro de Cowen, repitiendo lo que ya afirmamos al comienzo.  Como en cualquier trabajo de análisis histórico, se podrían hacer algunos reparos al libro, especialmente por parte de personas que hemos participado en algunos de los hechos relatados o hemos estado muy cerca de quienes participaron en ellos. Sin embargo, no se puede dejar de considerar que se trata de un trabajo de suma importancia, destinado a condicionar en el futuro la investigación científica sobre el tema.


Notas

[1] Benjamin A. Cowan, Moral Majorities across the Americas. Brazil, the United States and the Creation of the Religious Right, University of North Carolina Press, 2021, pp. 16-17.

[2] Ibid., pp. 17-19.

[3] Ibid., p. 18.

[4] Ibid., p. 25.

[5] Ibid., p. 25.

[6] Ibid., p. 230.

[7] Ibid., p. 234.

[8] Ibid., p. 23.

[9] Ibid., p. 24.

[10] Ibid., p. 59.

[11] Ibid., p. 59.

[12] Ibid., p. 137.

[13] Ibid., p. 137.

[14] HOFFMAN, Ross J. S., and PAUL LEVAK (Eds.). Burke’s Politics: Selected Writings and Speeches of Edmund Burke on Reform, Revolution, and War. Pp. xxxvii, 536. New York: Alfred A. Knopf, 1949.

[15] La literatura sobre el Conservative Movement es muy vasta. Podemos encontrar un resumen en Modern Age, vol. 26, n° 3-4, 1982.

[16] Cfr. Patriottismo, combattività e appetenza del soprannaturale. Intervista a Paul Weyrich, Tradizione Famiglia Proprietà, marzo 2002. https://www.atfp.it/rivista-tfp/2002/103-marzo-2002/733-intervista-a-paul-weyrich

[17] De hecho, la New Right se posicionaba mucho más a la derecha que Reagan, a quien criticaba de no hacer lo suficiente.

[18] Benjamin A. Cowan, Moral Majorities across the Americas, p. 146.

[19] Enrique T. Rueda, The Homosexual Network. Private Lives and Public Policy, Devin Adair, 1986.

[20] Enrique T. Rueda, The Marxist Character of Liberation Theology, The Catholic Center, 1986.

[21] Benjamin A. Cowan, Moral Majorities across the Americas, p. 151.

[22] Ibid., p. 144.

[23] Ibid., p. 146.

[24] Ibid., p. 151.

[25] Ibid., p. 152.

[26] Ibid., p. 153.

[27] Ibid., p. 60.

[28] Ibid., pp. 154-155.

La revolución sexual destruye la familia III

La utopía de Marx se va instalando en todas las instituciones de nuestro pais. Marx y Engels querían abolir la familia
Abolir la familia fue una de las principales metas de Marx y Engels

“Abolir la familia” fue una de las principales metas de Marx y Engels. Hoy se instaura la utopía igualitaria de Marx creando leyes y medidas coercitivas: aborto, ideología de género, “matrimonios” homosexuales, cuotas idénticas para hombres y mujeres en las empresas, gobierno, colegios y universidades.

Veremos a continuación qué es lo que esconde la ideología de género, así como la concepción evolucionista de los llamados derechos humanos.

Por detrás de la ideología de género, las aberraciones de Marx

Como se sabe, “abolir la familia” fue una de las principales metas de Marx y Engels, que el comunismo durante tres cuartos de siglo trató de imponer a los países que subyugó.

Hoy se convirtió en el objetivo principal de la izquierda internacional,­ en unión con el feminismo radical y con poderosas organiza­ciones que pretenden controlar la población (tanto o más que el nazismo o el comunismo), bajo el disfraz de los derechos humanos y de la promoción de la mujer.­

La ideología de género es una reinterpretación de las ideas de Marx, según las cuales la historia es una continua lucha de clases entre “opresores” y “oprimidos”, caracterizada, durante el siglo XX, por la oposición entre obrero y el patrón y el pobre frente al rico. Hoy esa aberración fue transpuesta, dado su fracaso mundial, a la familia, donde el hombre sería el “opresor”, y la mujer o los hijos los “oprimidos”.

La destrucción legal de la familia

Se busca así, imponer cambios, leyes y medidas coercitivas: aborto para las mujeres, niños libres de la tutela paterna, “matrimonios” homosexuales, cuotas idénticas para hombres y mujeres en las empresas, gobiernos, colegios y universidades. Todo conforme a lo deseado expresamente por Marx, con vistas a la extinción de las clases y el triunfo de la utopía igualitaria.

La semejanza entre el marxismo y esta forma de pensar ya era palpable en el libro El origen de la familia, la propiedad y el Estado, de Engels: “El primer antagonismo de clases coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monogámico, y la primera opresión de una clase a la otra, con la del sexo femenino por el masculino” (Cf. Frederick Engels, The Origin of the Family,­ Property and the State, International Publishers, New York, 1972, pp. 65-66).

La “dictadura de la tolerancia”

Karl Marx exigía que los medios de “producción y reproducción” fuesen arrebatados a los opresores y entregados a los oprimidos. Y afirmaba que las clases desaparecerían cuando se eliminasen la propiedad privada y la familia encabezada por un padre; se estableciese el libertinaje sexual; se facilitase el divorcio unilateral; se aceptase la filiación ilegítima; se concediese a las mujeres derechos reproductivos que incluyan el aborto; se forzase su entrada en el mercado del trabajo; fuesen colectivizadas las tareas domésticas; se colocasen a los niños en instituciones estatales, libres de la autoridad de los padres; y se eliminase la religión.

Todo eso trataron de realizarlo las tiranías comunistas. Éstas se vieron no obstante obligadas a retroceder en los ataques a la familia a causa del repudio de la población, ciñéndose primordialmente a la colectivización económica. Y cuando el régimen soviético se deshizo, tomó fuerza la ideología de género como un marxismo metamorfoseado, que recogió y lanzó sus más notorias aberraciones, ya no en Oriente, sino en todo Occidente.

Marx y Engels querían abolir la familia
Karl Marx exigía que se forzase la entrada de las mujeres en el mercado del trabajo

A ese respecto, numerosas “feministas de género” acusan hoy a los líderes de la secta roja en el sentido de que el colapso de la revolución comunista en Rusia se debió a su fracaso en destruir la familia, que es la verdadera causa de la opresión psicológica, económica y política (Cf. Dale O’Leary, artículos en http://www.catholic-pages.com/dir/feminisn .asp; ver también Shulamith Firestone, The Dialectic of Sex, Bantam Books, Nueva York, 1970). Según ellas, el sexo implica clase, y ésta presupone desigualdad. Para eliminarla, se elaboró la teoría de que el género no es definido por la naturaleza, sino que es “una construcción” —es decir, un invento— social o cultural. O sea, que es inculcado y aprendido; y que por tanto es posible que sea cambiado, pudiendo una persona del sexo masculino adoptar un género femenino, y viceversa.

¿Qué sostiene la ideología de género?

Según esta ideología, no se nace como hombre o como mujer, sino que se aprende a ser una cosa u otra, como afirma la existencialista bisexual Si­mone de Beauvoir. Ella dice también que la atracción heterosexual es aprendida, y que el instinto materno no existe. Mientras tales aberraciones recorren el mundo, organismos internacionales de izquierda imponen a diversos países subdesarrollados su “agenda de género”, promoviendo el aborto y la homosexualidad. La ayuda financiera internacional es condicionada al alineamiento de los gobiernos a esas posiciones. A Uganda la ONU le cortó los subsidios, porque aquel país africano resolvió incentivar oficialmente, en lugar de los preservativos, la castidad y la fidelidad conyugal como antídotos contra el Sida.

Si se demuele de esa forma a la familia y se inunda la sociedad con la promiscuidad más abyecta, si los peores vicios tienen ciudadanía y la moral es perseguida, ¿cómo podrán formarse los niños y los jóvenes dentro de cierta rectitud, para que lleguen a ser adultos útiles a la sociedad y respetuosos de la moral y de la Ley? Con muy pocas excepciones, será casi imposible. Será la realización completa de los designios de Marx.

Por más monstruosa que sea tal ideología, ella cuenta con numerosos adeptos, muchos de ellos bien colocados, que van pasando de contrabando sus propósitos. En la mayoría de los casos, sin que haya una oposición clara y organizada. Algunos obispos —uno en el Perú, otro en España, aún otro en México, además de uno en América Central— la censuraron fuertemente. Pero la inmensa mayoría de los prelados, como es tan frecuente en relación a temas graves de moral católica, no se pronunció. En consecuencia, la mayor parte de los católicos ignora que esa aberración se está volviendo dominante.

Los “derechos humanos”, al sabor del relativismo

Se suma a lo anteriormente dicho otra cadena de aberraciones doctrinarias, lanzadas con supuesta base en los llamados “derechos humanos”. En la mayoría de los ambientes, se habla de ellos sin que siquiera se sepa cuáles son esos derechos, lo que incluye, cómo deben ser entendidos y jerarquizados, cuáles de ellos prevalecen cuando entran en conflicto, y qué limitaciones tienen, en virtud del bien común. Por ejemplo, ¿por qué no presentan el derecho de propiedad como un derecho humano? ¿Y el derecho a la vida del bebé por nacer?

Claro está que, bajo el rótulo de “derechos humanos”, la izquierda incluye todo aquello que sirve a los propósitos y métodos de la Revolución anti-cristiana, y nada de lo que la contraría, aún cuando se trate del derecho más básico, universal e indiscutible.

O sea, está vigente un concepto relativista, que proclama hoy como “derechos humanos” actos que ayer no eran considerados tales, y que mañana tampoco lo serán. Simplemente porque habrá pasado la hora en que a la Revolución universal le convenía servirse de ellos, y llegado el momento de substituirlos por otras fórmulas sofísticas, que serán la bandera de los nuevos revolucionarios que entren en escena.

Los «derechos humanos» se transforman

Los ideólogos de los “derechos humanos” afirman sin pudor que el concepto de éstos es evolutivo, dependiendo de la ideología cuyo predominio ellos mismos desean.

Por ejemplo, cuando querían ver explícitamente implantado el comunismo stalinista, consideraban que los supuestos derechos del proletariado —o sea, las facultades que los marxistas atribuían a éste— eran fundamentales, y las víctimas no tenían derecho alguno. Como ahora desean la explosión de las “diversidades” para la instauración del caos moral, doctrinario, cultural y legal, lo que califican de indispensable­ es el “derecho a la diferencia”.

Hace pocas décadas, a nadie en sana conciencia se le ocurriría pensar que la homosexualidad y la práctica del aborto podrían algún día ser considerados “derechos humanos”. Hoy, sin embargo, son relativamente pocos los que se atreven a negarlo.

De modo inverso, durante siglos los derechos de propiedad privada, de herencia y de libre iniciativa fueron considerados, de acuerdo con el orden natural y la moral católica, como absolutamente esenciales a la naturaleza humana. Hoy ellos son negados de modo ufano y desafiante por demagogos baratos, por politólogos pedantes, ; por clérigos de avanzada y por feministas frenéticas.

¿Quién enfrenta tal proceso de descristianización del mundo?
«Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres»

El mundo contemporáneo se sometió al más craso relativismo. ¿Por qué?

Sin duda porque gran parte de aquellos que tienen por obligación proclamar los principios verdaderos —con validez absoluta y permanente basada en la voluntad­ de Dios— raras veces lo hacen.­ Y cuando lo hacen, es con tales vacilaciones, timidez y cautelas, que dan la impresión de que creen muy poco en ellos, y por lo tanto que no los consideran esenciales. Proceden así porque temen­ el riesgo de ser calificados como intransigentes, intolerantes y reaccio­narios.

La dictadura del relativismo

Diversos documentos emanados de la Santa Sede, en los últimos años, impugnaron el relativismo imperante en el mundo de hoy, muchos de los cuales firmados por el actual Papa Benedicto XVI cuando dirigía la Congregación para la Doctrina de la Fe, o ya en la Cátedra de Pedro.

¿Habrá algún obispo o sacerdote que lo haya hecho para el bien de sus propios fieles, en especial de aquellos que no tienen acceso fácil a los documentos pontificios? Es posible, pero después de una cuidadosa investigación, no encontramos la menor noticia que hable en ese sentido. O sea, documentos de gran importancia —sea por el contenido, sea por la eminencia de la autoridad que los emitió— caen simplemente en el vacío, poniéndose en realce ideologías ab­surdas y siniestras como las arriba señaladas.­

¿Dónde están los defensores de la familia?

Después de describir sumariamente el panorama de la destrucción de la familia, cabe preguntar: ¿dónde están los defensores de la familia verdadera, que Dios dotó de todos los atributos y derechos, consignado como está en incontables documentos pontificios a lo largo de 20 siglos? Son muy escasos, pues la gran mayoría se redujo al silencio, con temor de enfrentar el virulento proceso de descristianización en curso.

He aquí el principal campo de batalla de los católicos de hoy: rescatar del silencio esos principios y orientar a los hermanos en la Fe, para que sean preservados de la saña revolucionaria, recordándoles­ que tal saña no se vence con silencios o contemporizaciones, y menos aún con concesiones, sino con la valiente y completa afirmación de la verdad católica. Para animarlos y orientarlos, debe prevalecer la máxima invencible “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hech. 5, 29). Siguiendo­ esta sentencia, Nuestro Señor Jesucristo reinará no sólo en nosotros, sino también a nuestro alrededor.

Alfredo Mac Hale

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La revolución sexual destruye la familia – I

La «dictadura de la tolerancia»

Saint-Just, el "Angel del Terror"
El jacobino Saint-Just, que fue llamado «Ángel del Terror» durante la Revolución francesa, afirmó: «Ninguna libertad para los enemigos de la libertad».

En teoría las palabras dictadura y tolerancia son contradictorias. Sin embargo, en la práctica no lo son.

Sin embargo, el papa Benedicto XVI pudo en su día denunciar que existe hoy una verdadera «Dictadura del relativismo» en nombre de la tolerancia y de la no discriminación.

Si por tolerancia se entiende que no existe verdad ni error, bien ni mal y que cada uno puede pensar, querer y actuar como le parezca, entonces dejan de existir valores absolutos y límites objetivos que se imponen a todos.

El resultado es que la mayoría (o una minoría que se cree «iluminada») puede imponer de modo dictatorial a toda una sociedad aberraciones contrarias al orden natural.

Por ejemplo, obligar a los médicos a que practiquen el aborto, a los padres de familia a que acepten niñeras homosexuales para sus hijos o afirmar que el Estado puede enseñar a los niños materias como la teoría del género, sin el consentimiento de sus padres.

Una persecución religiosa.

Plinio Corrêa de Oliveira observa con mucha razón en una de sus obras que, cuando los malos son minoría, ellos piden libertad para el mal. Pero, cuando llegan a ser mayoría, o a manipular a una mayoría, niegan a los buenos el derecho de hacer el bien.

Para ellos, la definición de libertad es lo contrario de lo que dijo el Presidente-mártir de Ecuador, Gabriel García Moreno: «Libertad para todos y para todo; excepto para el mal y para los malos». Su lema podría ser: «Libertad para todos y para todo; excepto para el bien y para los buenos».

Un liberalismo que produce un totalitarismo

Ellos parecen seguir el eslogan enunciado por el jacobino Saint-Just, que fue llamado «Ángel del Terror» durante la Revolución francesa: «Ninguna libertad para los enemigos de la libertad».

Es por ese tortuoso camino que el liberalismo desemboca en el totalitarismo y en la persecución a los opositores por motivos ideológicos.

Y, como toda ideología tiene un fondo religioso, acaba conduciendo a una persecución religiosa.

Los medios de comunicación favorecen esta dictadura de la tolerancia
Los medios de comunicación tienen gran papel al favorecer esta mentalidad relativista
Papel de los medios de comunicación en esta «Dictadura de la tolerancia».

Según la doctrina católica, la tolerancia es una licencia negativa al mal.

El mal debe ser normalmente combatido, pero a veces es necesario tolerarlo para evitar un mal aún mayor o para no perjudicar un bien mayor.

Es la aplicación de la parábola de la maleza y el trigo a la vida social. Pero esta tolerancia bien entendida no confiere al mal tolerado ningún derecho.

Cuando las condiciones objetivas permiten erradicarlo, ese mal debe ser eliminado.

El concepto relativista de tolerancia, por el contrario, afirma que todas las doctrinas y todos los comportamientos son equivalentes y deben coexistir. Lo que constituye una utopía.

Los medios de comunicación tienen gran papel al favorecer esta mentalidad relativista, presentando como modelos a las personalidades «abiertas» (por ejemplo, a los artistas y políticos favorables a la liberalización de la droga) y desacreditando a los defensores de principios absolutos como «autoritarios», «cerrados», «oscurantistas».

Se usan términos como «homofobia» o «islamofobia», pero no «cristianofobia» para caracterizar el asesinato y persecución a los cristianos.
La adopción se ha visto perjudicada
Agencias católicas inglesas de adopción de niños tuvieron que cerrar sus puertas porque no podían «discriminar» a las parejas homosexuales.

Homofobia fue un término inventado por un psiquiatra americano para estigmatizar a aquellos que se oponen a la homosexualidad, presuponiendo que lo hacen por desórdenes temperamentales y no por principios.

Es una manera cómoda de amordazar a los opositores, sin tener que responder a sus argumentos.

Viendo el éxito de la maniobra, los líderes musulmanes acuñaron el término «islamofobia» para silenciar en Occidente a quienes denuncian las falsedades del Corán o las injusticias en los países musulmanes, o la invasión en masa de islamitas a los países desarrollados.

Los medios de comunicación usan y abusan de esos términos. Pero, cuando se trata de denunciar las persecuciones a los cristianos en los países musulmanes o los ataques al cristianismo en Occidente, los medios de comunicación permanecen en silencio, o son conniventes con los ataques, en nombre de la libertad de expresión.

Proyectos de ley que favorecen la «Dictadura de la tolerancia».

Existen en Europa proyectos de ley que favorecen esa dictadura. Por ejemplo, los farmacéuticos católicos son obligados a vender la píldora abortiva del día siguiente y los anticonceptivos, bajo pretexto que son «medicamentos».

Como casi todos los médicos jóvenes invocan la cláusula de objeción de conciencia para negarse a practicar abortos, las feministas quieren imponer la práctica afirmando que el aborto es un tratamiento de salud.

En materia de homosexualidad ocurre algo parecido. Las agencias católicas inglesas de adopción de niños tuvieron que cerrar sus puertas porque no podían «discriminar» a las parejas homosexuales.

Las parroquias ya no pueden arrendar su salón parroquial para matrimonios (lo que era frecuente, porque era más fácil hacer la fiesta después de la ceremonia), porque no pueden discriminar a los homosexuales.

¿Cómo combatir eficazmente está «dictadura de la tolerancia»?

El mejor método es hacer pública la persecución que ocurre en otros países y decir a la gente que, si no hay reacción, lo mismo ocurrirá en nuestro país.

Y, sobre todo, recordar que «es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres», como dijo San Pedro cuando fue conducido ante un tribunal por predicar el Evangelio.

Es mejor reaccionar a tiempo para después no ser muerto o, aún peor, vivir vergonzosamente como «ciudadano de segunda clase».

Fuente: Entrevista al Señor José Antonio Ureta

«Conquistas» feministas trajeron infelicidad

"Conquistas" feministas trajeron infelicidad
La euforia por la liberación de la mujer está siendo reemplazada por la depresión

Las «conquistas» feministas han traído infelicidad. obtenidas desde hace poco más de 30 años, son hoy una realidad en la vida de las mujeres americanas. Pero ellas son más infelices que antes de ese regalo envenenado.

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La ausencia de la madre en el hogar ha traído, como uno de sus frutos, la decadencia de la familia tradicional. Esto constituye uno los mayores factores de depresión e insatisfacción entre las mujeres, afirman los autores.

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